Reflexión

La pérdida de valores tradicionales en la Europa del siglo XXI

La pérdida de valores tradicionales en la Europa del siglo XXI

La pérdida de valores tradicionales en la Europa del siglo XXI

En estos tiempos donde el cristianismo se ve a veces como una antigualla, el autor reivindica su profundo papel en la historia europea. Defiende que gran parte de los valores europeos derivan de él, y que tratar de olvidarlo probablemente traiga desastres en el futuro.

En estos tiempos donde el cristianismo se ve a veces como una antigualla, el autor reivindica su profundo papel en la historia europea. Defiende que gran parte de los valores europeos derivan de él, y que tratar de olvidarlo probablemente traiga desastres en el futuro.

En estos tiempos donde el cristianismo se ve a veces como una antigualla, el autor reivindica su profundo papel en la historia europea. Defiende que gran parte de los valores europeos derivan de él, y que tratar de olvidarlo probablemente traiga desastres en el futuro.

Mar 11, 2024

Mar 11, 2024

Asistimos en la actualidad a una situación de crisis cultural, social y de valores comúnmente aceptada por la sociedad que nos rodea, que entiende este cambio acelerado de Europa como algo normal e incluso positivo. Mi propósito aquí es reflexionar sobre este aspecto tan nuestro e intentar argumentar que esa cultura basada en los valores cristianos con la que crecieron nuestros padres y nuestros abuelos, lejos de ser errónea y anticuada, es el fundamento de cualquier cultura que se quiera basar en el respeto y la consideración hacia el otro. Reconozco que esta reflexión es fruto de la lectura que realicé hace algún tiempo del libro Política sin Dios. Europa y América, el cubo y la catedral, escrito por el político estadounidense George Weigel.

 Para llegar a comprender la situación que se está desarrollando en la Europa en el primer cuarto siglo XXI es necesario recurrir a la historia, tanto a la del siglo XX como a la de los siglos anteriores, haciendo especial hincapié en 1789. Este es el momento que considero fundamental para entender el devenir histórico y los conflictos bélicos que arrasaron el mundo en el siglo XX. Sin duda, el avance del secularismo que ya estaba ampliamente implantado en Europa a inicios del siglo XX contribuyó al estallido de la I Guerra Mundial y, como señala el teólogo Lubac en su obra Le drame de L'Humanisme athée, gran parte de lo acaecido en la II Guerra Mundial procede del llamado “humanismo ateo”, que entiende al cristianismo como una especie de esclavitud que no le permite al hombre ser totalmente libre.

 En clara oposición al humanismo ateo, se ha de decir que el cristianismo propugna una religiosidad en la que el hombre tiene vida digna y está dotado de libre albedrío, contraponiéndose con el paganismo, en el que se veía al hombre como un entretenimiento de los dioses; además, el Dios cristiano busca ser seguido por individuos completamente libres. En el momento en el que desaparecen los ideales cristianos que defienden que el hombre es un sujeto con derechos se abre un camino que permite avanzar a los totalitarismos, tal y como ocurrió en la década de 1930 y lo cual desencadenó en la II Guerra Mundial. Es evidente que si se hubiesen tenido presentes los valores del cristianismo, el Holocausto y el resto de genocidios nunca hubieran ocurrido, pues si algo defiende la Iglesia es el derecho a la vida y a la libertad. 

El citado humanismo ateo, unido también a una cierta “cristofobia” que entiende como negativo todo aquello que esté unido de alguna forma a la Iglesia, estuvieron presentes también a la hora de redactar la Constitución Europea a inicios del siglo XXI, que tenía como objetivo cerrar definitivamente las heridas abiertas en Europa tras la Guerra Fría. Los autores de la misma dudaban sobre si en el preámbulo de la Constitución se debía hacer referencia a las raíces cristianas del continente o no. Entre los países había muy distintas opiniones: por un lado, se encontraban países como Polonia, con una actitud favorable a la mención, y, por otro lado, países como Francia, totalmente en contra. 

Finalmente, se hizo alusión a la herencia religiosa, pero nunca se trató del cristianismo en sí mismo, obviando uno de los que son sin duda los pilares de Europa. Olvidar al cristianismo supone omitir gran parte de la historia, la cultura y el arte europeo; es también dejar a un lado a una lista innumerable de personajes históricos sin los que no podríamos haber llegado a la Europa que conocemos, como Tomás de Aquino, Edith Stein o Juan Pablo II, quien fue uno de los precursores del fin de la Guerra Fría. El que reniega de su historia está renegando de su propia cultura, lo que para cualquier historiador parece imperdonable. Más aún si lo que se está dejando de lado es una cultura como la cristiana, la cual ha velado a lo largo de la historia por la defensa de los derechos de las personas, que son, en definitiva, los valores que la democracia debe perseguir. 

No sabemos lo que ocurrirá porque el futuro aún está sin escribir. Es posible, que Europa recupere sus orígenes cristianos y les dé el lugar que se merecen. Es también posible que Europa siga por la misma senda de apartar la moral cristiana y por lo tanto, problemas tan graves como la crisis de identidad actual se enquisten en el continente haciendo inviables los modelos sociales y culturales presentes. Quizá Europa consiga un modelo efectivo para el futuro sin mirar al cristianismo. Lo que parece claro es que estos problemas no son exclusivos de Europa, sino que también están presentes en EEUU y el resto del mundo occidental, y que también estos deberán hacerles frente.

En suma, a mi modo de ver, la pérdida de los valores cristianos fue, sin duda, la grieta por la que se colaron los regímenes totalitarios de la Europa del siglo XX, y que esa grita está en la actualidad aún más abierta, fruto de la cual aparece la crisis cultural de la que estamos hablando. Para terminar, quisiera señalar que una “Europa cristiana” no es necesariamente confesional, sino una sociedad que admite, valora, respeta y aprende de su historia y de sus valores tradicionales. La historia, cabe señalar en este punto, debe ser entendida siempre por la sociedad como un elemento que nos permite conocer el pasado para entender el presente y poder hacer frente al futuro. Finalmente, es preciso remarcar que sin la aparición del cristianismo que abogó por la libertad, el perdón y la misericordia hubiera sido imposible la llegada de las libertades que hoy disfrutamos.

Javier Munilla

Javier Munilla