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Recientemente se ha puesto de moda el uso de la inteligencias artificiales en todos los ámbitos, desde el ámbito educativo hasta el ámbito laboral. Actualmente, lo podemos ver como una herramienta novedosa, con la que jugamos para ver de lo que es capaz, aprendemos y descubrimos el potencial que tiene. Sin embargo, surgen preguntas como: ¿podrá perjudicarnos en algún momento? ¿Acabará con los puestos laborales? ¿Podríamos llegar a situaciones ya evocadas en películas como “Yo, Robot”?
La sustitución de trabajadores por tecnología no es algo nuevo. A lo largo de la historia, los trabajadores han sido reemplazados por medio de la innovación y creación de nuevos inventos que han hecho la producción más eficiente y ventajosa para las empresas. Desde el siglo pasado, hemos sido testigos de una transformación radical en la industria de la producción, donde la automatización ha sido protagonista.
La Revolución Industrial marcó el comienzo de la mecanización en la producción. La invención de la máquina de hilar y el telar mecánico sustituyó a los laboriosos artesanos textiles, reduciendo así la necesidad de mano de obra en la industria textil. Y este no es el único ejemplo; a principios del siglo XX, el modelo de producción de Henry Ford introdujo la famosa línea de ensamblaje en la fabricación de automóviles, lo que permitió la producción masiva y reducción de costos para la empresa, además de eliminar la necesidad de trabajadores especializados en áreas de la automoción. Esto es solo el comienzo: robots que sustituyen a camareros, drones utilizados en el reparto de pedidos de Amazon y cajeros automáticos.
Podríamos decir que, en la actualidad, los robots han reemplazado a los trabajadores de ocupaciones de servicios fundamentales, como limpiadores, cajeros y repartidores. Estos roles son esenciales para mantener la eficiencia y comodidad en diversos sectores, aunque no requieren un alto nivel educativo, los salarios no son de envidiar y tampoco son las tareas más deseadas. Sin embargo, ¿podría ocurrir lo mismo con profesiones que requieren un nivel educativo más elevado y que son cruciales para el desarrollo personal y social, como médicos o profesores?
En esta época de desarrollo sin precedentes, la creciente automatización en el ámbito laboral plantea un desafío significativo para los trabajadores. Si bien la amenaza de la pérdida de empleo es evidente, el verdadero reto radica en la adaptación a un entorno laboral en constante evolución. La implementación eficaz de programas de reciclaje laboral y desarrollo de habilidades es crucial, proporcionando a los trabajadores las herramientas necesarias para incursionar en áreas emergentes. El enfoque en habilidades transferibles y la colaboración entre humanos y máquinas son estrategias clave para enfrentar este desafío, permitiendo que la tecnología mejore las habilidades humanas en lugar de reemplazarlas. Es necesario que los desempleados estén motivados para aprender y adaptarse a esta era tecnológica.
A pesar de todo, el desempleo estructural es difícil de erradicar. Esto ocurre cuando los trabajadores son reemplazados por máquinas que realizan sus tareas. Los desempleados suelen ser personas de cierta edad. Estos trabajadores recién desempleados necesitan reentrenamiento y adquisición de nuevas habilidades para mantener su empleabilidad en un mercado laboral en constante cambio. No obstante, pueden surgir algunos problemas, como el tiempo necesario para adaptarse a la nueva situación, especialmente considerando la edad de estas personas. La tendencia muestra que los desempleados de este tipo con edad avanzada, encuentran dificultades en el aprendizaje de nuevas tecnologías, así como para la reinserción laboral.
Las implicaciones éticas y sociales derivadas del crecimiento exponencial de la automatización en el ámbito laboral son innegables. A medida que las máquinas asumen tareas antes realizadas por el ser humano, surgen interrogantes sobre el impacto en la calidad de vida de los trabajadores afectados y en la distribución de la riqueza. La preocupación por la pérdida de empleos tradicionales también suscita cuestionamientos éticos sobre la equidad y la inclusión en una sociedad cada vez más automatizada.
Además, el ritmo acelerado de cambio tecnológico podría generar tensiones entre aquellos que tienen acceso a oportunidades de aprendizaje y aquellos que podrían quedarse rezagados, exacerbando las brechas sociales existentes. Es crucial abordar estos dilemas éticos y sociales con políticas inclusivas que fomenten la adaptabilidad, la formación continua y la equidad en el acceso a las oportunidades generadas por la automatización, garantizando así una transición justa y sostenible hacia el futuro.
La sustitución de trabajadores por máquinas presenta tanto beneficios como desventajas. Por un lado, la automatización ofrece la oportunidad de realizar una transición desde trabajos menos remunerados o subutilizados hacia roles más especializados y creativos. Además, la implementación de máquinas en tareas rutinarias puede liberar a los trabajadores para buscar empleos que requieran habilidades más complejas y creativas, fomentando así el desarrollo personal y profesional. Por otra parte, esto conlleva desafíos, ya que la pérdida de empleos tradicionales puede generar inseguridad laboral y aumentar la brecha entre las habilidades requeridas y las que poseen los trabajadores afectados.
Mientras vivimos en una era de avances tecnológicos insospechados, es primordial establecer límites en el uso de la inteligencia artificial. Aunque la automatización puede mejorar la eficiencia y la productividad, la esencia humana –caracterizada por la capacidad de sentir, la creatividad y la autenticidad–, sigue siendo insustituible. La idea de que los médicos o profesores sean sustituidos por robots, se enfrenta a la realidad de que la interacción humana es fundamental, en especial en estas profesiones. Las máquinas pueden ser útiles como asistentes, facilitando tareas y aumentando la eficiencia, pero no pueden sustituir el factor humano. En consecuencia, la adopción de tecnologías debe ser equilibrada para garantizar que se utilicen como herramientas para potenciar las capacidades humanas, y no para reemplazarlas.