Las comunidades indígenas han sido administradoras responsables de sus tierras durante milenios. Gracias a las prácticas ancestrales de estos pueblos, actualmente se asegura un 80% de la biodiversidad del planeta, ya que los bosques que habitan suponen un tercio del total de la solución al cambio climático. Sus actividades, basadas en el respeto por los ciclos naturales, evitan interferir en los patrones de comportamiento de las diferentes especies que les rodean. Los conocimientos etnobotánicos que ostentan las sociedades nativas lo ejemplifican a la perfección.

Generalmente, los indígenas que pueblan la tierra poseen una profunda sabiduría sobre las plantas y sus propiedades medicinales. Su uso sostenible no solo aporta salud a sus comunidades, sino que también promueve la conservación de la diversidad vegetal. Los Maasai (África Oriental), usan el árbol de la acacia para tratar infecciones y enfermedades de la piel. La tribu Shipibo-Conibo (Perú) es conocida por su habilidad con la pintura vegetal, ya que utilizan tintes extraídos de las plantas amazónicas para crear patrones geométricos que les permiten mimetizarse con el ambiente para su supervivencia. Incluso el pueblo Navajo (Norteamérica) emplea la planta yuca del desierto para hacer jabón y la artemisa para tratar los dolores menstruales.

Las sociedades nativas indígenas han desarrollado grandes estrategias a lo largo del tiempo para vivir en armonía con la naturaleza. De este modo, reconocen la interconexión que existe entre los seres humanos y su entorno. La pesca selectiva sería otro ejemplo del rescate de prácticas primitivas en la actualidad. Algunas comunidades, como puede ser la comunidad Inuit en Norteamérica, al depender principalmente de la pesca, aplican restricciones temporales para permitir que ciertas especies de peces se regeneren durante los períodos críticos de su reproducción. De hecho, han llegado a ser reconocidas por estas prácticas capaces de mantener el equilibrio con el medio ambiente. Un ejemplo serían los Kuna en Panamá. Los Kuna han recibido elogios por sus esfuerzos en la conservación de la biodiversidad y su gestión de los recursos naturales, especialmente en las islas de Guna Yala. Han sido capaces de implementar estrategias que les permitan preservar sus tierras, gestionar la pesca y, al mismo tiempo, mantener sus tradiciones culturales.

Todo esto hace evidente la buena relación de las comunidades indígenas con la ecología. Muchos pueblos indígenas incorporan la ecología incluso en sus prácticas ceremoniales y espirituales. Esto refleja una comprensión profunda de la conexión que existe entre el individuo y el medio en el que habita. Los rituales que llevan a cabo pueden incluir acciones destinadas a honrar y respetar el mundo natural, fomentando así esta armoniosa relación con el entorno. En definitiva, estas comunidades desempeñan un papel crucial para el futuro del planeta tierra. Muy pocos medios hablan sobre el rol que juegan los aborígenes en el panorama internacional actual, mientras que, a su vez, todos conocemos la problemática medioambiental. Es por ello que, especialmente hoy, prima el reconocimiento y respeto de las sociedades indígenas para abordar cuestiones de preservación cultural y natural. Incluir sus perspectivas en decisiones globales es esencial para construir un mañana más equitativo y sostenible. Al fin y al cabo, siempre fueron los guardianes de nuestros bosques y nunca lo supimos.