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La genética es el futuro. No lo digo porque me apasione lo que estoy estudiando, que también, sino porque es un hecho. En las próximas décadas, uno de cada dos hombres va a tener algún tipo de cáncer, y, en el caso de las mujeres, será una de cada tres. La solución pasa por la genética.
Cuando Mendel empezó a hacer experimentos con guisantes en el siglo XIX, ni él ni nadie se imaginaba que eso sentaría las bases de una disciplina tan transcendental. Sin embargo, llevó su tiempo para consolidarse, pues los estudios de Mendel estuvieron olvidados medio siglo. No fue hasta la década de 1900 cuando se redescubrieron sus trabajos y se comenzó a desarrollar una disciplina que, posteriormente, adoptaría el nombre de genética.
Lo primero que se le viene a la gente a la cabeza cuando escucha la palabra genética es gen. Los genes son almacenes de información. Algunos llevan la información sobre el color de los ojos, otros sobre el color del pelo, … y así sucesivamente. No es tan simple en la práctica, pues algunas características, por no decir la mayoría, están determinadas por muchos genes y el ambiente también influye. El conjunto de genes de un organismo se denomina genoma. Cada persona tiene un genoma único que le hace ser quien es. Los genes están compuestos por moléculas llamadas ADN y se almacenan en estructuras denominadas cromosomas. El genoma humano se almacena en 46 cromosomas.
La genética tiene muchas áreas de estudio. Algunas de ellas son la genética clínica, que se dedica al diagnóstico de enfermedades genéticas; la genética forense, donde se realizan pruebas de identificación genética; la bioinformática, que se utiliza para analizar diferencias entre genomas; y la farmacogenética, que estudia los genomas para valorar qué medicamentos son mejores para una persona.
Actualmente, los mayores esfuerzos en investigación genética se están centrando en la inmunoterapia. Este es un tipo de tratamiento que se basa en utilizar células del sistema inmune para tratar enfermedades. Es un enfoque novedoso para tratar patologías que no tienen ninguna solución con los tratamientos actuales. Ya hay numerosos ensayos clínicos y varias terapias aprobadas, que están cambiando la vida de los pacientes.
Volviendo a los preocupantes datos expuestos al principio de este escrito sobre el cáncer, debemos reconocer que son tan reales como escalofriantes. Sin embargo, con estas nuevas formas de tratar enfermedades se puede reducir la gravedad de los cánceres a unos niveles nunca antes vistos. El futuro de la medicina pasa por estos tratamientos, donde la genética es clave para entender el funcionamiento de las células y sus funciones para poder desarrollar las terapias necesarias. La disciplina que comenzó con estudios en guisantes va a ser la ciencia que va a cambiar el mundo en este siglo XXI.