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Traumas y secuelas de vivir en una guerra (Desde el punto de vista psicológico)

Traumas y secuelas de vivir en una guerra (Desde el punto de vista psicológico)

Traumas y secuelas de vivir en una guerra (Desde el punto de vista psicológico)

Los distintos conflictos que hay en el mundo crean sin duda un gran dolor físico, pero no podemos olvidarnos del lado emocional. Ni, tampoco, de lo que le causa incluso a personas que no están directamente en dicho conflicto.

Los distintos conflictos que hay en el mundo crean sin duda un gran dolor físico, pero no podemos olvidarnos del lado emocional. Ni, tampoco, de lo que le causa incluso a personas que no están directamente en dicho conflicto.

Los distintos conflictos que hay en el mundo crean sin duda un gran dolor físico, pero no podemos olvidarnos del lado emocional. Ni, tampoco, de lo que le causa incluso a personas que no están directamente en dicho conflicto.

Feb 12, 2024

Feb 12, 2024

Si echamos la vista atrás, seremos conscientes de que son varios los hechos históricos a los que nos estamos enfrentando como sociedad. Una pandemia, un desastre natural (el volcán de La Palma), una guerra entre dos potencias mundiales como Rusia y Ucrania, y actualmente un conflicto entre Israel y Gaza. Humanos enfrentados a pérdidas, lugares devastados, niños consternados, familias separadas, obligadas a abandonar sus hogares y países de procedencia. El conflicto armado crea gran escasez en los productos básicos, esto, a su vez, hace que la inflación aumente de manera considerable. Es evidente que un conflicto bélico genera gran impacto a nivel social y económico pero ¿qué hay de la huella que deja a nivel psicológico? ¿Cómo es el trauma de vivir en una guerra?

Ante una situación de tal magnitud es esperable que se presente un estado de ansiedad reactiva entre la población. No hablamos de un trastorno psicológico sino de una respuesta proporcionada por nuestro organismo que nos permite adaptarnos a la situación que estamos viviendo. La ansiedad reactiva le permite al ser humano sobrevivir y prepararse, sin embargo, si esta condición se mantiene en el tiempo dará lugar a una gran herida emocional tanto en niños como en adultos, lo que comúnmente se denomina como trastornos psicológicos o emocionales.

Los trastornos psicológicos más frecuentes como consecuencia de conflictos bélicos son el trastorno por estrés agudo, como resultado de la exposición directa o indirecta a una catástrofe o suceso aterrador, y los trastornos disociativos. Disociarse consiste en desconectar a nivel emocional de lo que nos rodea. Es un mecanismo de protección de nuestro cerebro, pero que también tiene un coste. Al ser recuerdos, emociones y vivencias lo que nuestra mente bloquea, la persona no procesa lo sucedido, pero los sucesos se quedarán guardados con la misma intensidad que los ha vivido, pudiendo volver a activarse y experimentarse en cualquier momento.

Pero ¿qué hay de los niños? En este tipo de conflictos, los niños son la población más vulnerable sin duda, ya que su cerebro está en pleno desarrollo, y la situación les marcará de por vida. Convivir con bombardeos, escasez de alimentos, miedo y lejos de su familia y amigos puede generar problemas psicosociales a largo plazo. Esto puede desarrollar problemas de aprendizaje, de comportamiento, de terrores nocturnos, abuso de sustancias o tener una mayor reactividad al estrés.

Hasta ahora, hemos hablado sobre cómo afecta la guerra a aquellos que la presencian, pero ¿cómo afecta psicológicamente lo que está sucediendo en Israel y Gaza a personas como nosotras que no lo estamos viviendo directamente? Aunque pensemos que es un problema lejano y que como nos pilla a millones de kilómetros de distancia no nos afecta, no es cierto. La sociedad actual se encuentra desgastada y agotada emocionalmente. La pandemia de la COVID-19 ha dejado secuelas y ha disminuido nuestra calidad de vida en muchos sentidos. Sentimientos como la incertidumbre, el miedo y la inquietud se han convertido en líderes de nuestras vidas.

La guerra, por lejos que esté, nos afecta a todos a nivel emocional y también a nuestro estado de ánimo. Ver imágenes de personas sufriendo, fallecidas o huyendo hace que empaticemos con ellas y se genere en nuestro interior un sentimiento de malestar. También, reabre heridas en la población que fue testigo de la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil Española, y que aún no ha sanado. Otra guerra en Europa despierta viejos traumas y puede traerlos al presente en gran parte de la población del continente, sobre todo en los de edad más avanzada.

Pero ¿qué podemos hacer? El primer paso es la prevención, y para ello es necesario escucharse a uno mismo y preguntarse: ¿cómo me encuentro frente a este escenario? Las personas expuestas de manera directa a la guerra deberían tener el derecho a recibir asistencia psicológica. Las personas que se ven expuestas al conflicto de manera indirecta, sin embargo, sólo reciben información a través de los medios, pero es fundamental que presten atención a cómo reaccionan. Mantenerse informado es necesario, pero no sobrecargarse de información hasta el punto de causar un incremento de miedo y ansiedad que dificulte nuestro día a día.


Ariane Fidalgo

Ariane Fidalgo